Esa Venezuela donde no pasa nada. Esa en la que las protestas no son más que un eco distante que no opaca el brindis de las copas de oro ni se escucha por encima del estridente reggaetón en la punta del cerro. Los dos extremos del espectro. Los que tienen mucho y los que carecen de todo.
Esa Venezuela en la que las parejas se besan en Plaza Venezuela bajo la luz de la luna, con cientos de militares armados a una cuadra de ellos. Esa Venezuela que disfruta conciertos, con bombas lacrimógenas explotando a metros de distancia. Esa Venezuela que no se preocupa mientras el charco no le salpique.
Esa Venezuela que no abre los ojos mientras la sodomizan y le arrancan la libertad de las manos. Esa Venezuela que se hace la sorda para poder dormir tranquila. Esa Venezuela en la que muchos dicen darlo todo por el futuro de su país, pero no le dicen que no a la rumba del viernes.
El miedo puede más que nosotros. Asume tu peo y deja los cuentos: tú también vives en la Venezuela paralela.

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