jueves, 30 de agosto de 2012

Cultura Plástica



Vivimos en una sociedad plástica, plástica como sus mujeres, plásticas como las muñecas tras los aparadores. Pagas con plástico y con plástico te pagan. Falsedad, artificial, todo manufacturado en cantidades industriales. Masivo, como el plástico en las hamburguesas que ingerimos. Veneramos ídolos de bótox esculpidos con un bisturí, ideales de belleza tan ideales que son imposibles sin un poco de ayuda profesional. Si no me crees, pregúntale a Osmel [Sousa].


 El problema es cuando el silicón te llega al cerebro y  no se queda sólo en los senos: una sociedad es tan estúpida como sus misses. Ése es el plástico al que hay que temer, ese que no se recicla ni se digiere, ese que es tan permanente como impermanente. Mientras un país entero se da cuenta [de hacerlo algún día] de lo Tercer-Mundista que es el culto desbocado a la belleza televisada, seguiremos hundidos en nuestro agujero negro, paralizados jugando con muñecas de tamaño real, de esas que no viven en vitrinas de cristal.