Divagaciones nocturnas que no logran nada más que llenarte la mente de pensamientos de todo tipo menos reconfortantes. Pensar en un mañana incierto, en cómo terminará esta historia que estamos viviendo. Si bien no es un secreto que mi sentido de patriotismo nunca lo recibí [junto con mi heterosexualidad], eso no quiere decir que no quiera un futuro mejor para este que, a fin de cuentas, es mi país.
Por mucho tiempo era de los que pensaba que era imposible que el chavismo en Venezuela fuera una mayoría, abres los ojos cuando la gente llora a un Presidente como si fuera un hijo o un hermano [tu entorno no lo es todo]. Lo peligroso de la situación es cuando el luto se convierte en proselitismo, cuando redirigen energías y sentimientos con fines políticos. El fanatismo es la clave; tiene diversas caras dependiendo de la cultura, las prioridades y los ídolos de cada persona: los políticos son los rock stars de los pobres [yo hago horas de cola por ver a Madonna, ellos por ver un cadáver]. Y no, el crédito de inventar el agua tibia por mezclar el fanatismo político con matices religiosos no le pertenece al socialismo del siglo XXI - sería darles una inteligencia que no poseen.
Es triste ver lo que quieren hacer, da impotencia emocional sentir que no se puede hacer nada más que votar y esperar lo mejor [y esa impotencia no se quita con Viagra]. El poder y el dinero envenenan cuando fluyen como un río desbordado, envenenan y ciegan y quedan sólo tú y tu ambición - tal para cual.
Dedos cruzados, pípol. Dedos cruzados...