domingo, 16 de junio de 2013

Natalia, Mujer Divina



Mi historia con Natalia viene de años atrás, cuando ella cantaba "Busca un problema" y aún la acompañaba La Forquetina. "En el 2000", "Un pato", "Casa", "Amar te duele"... Todas las conocía, las coreaba y las disfrutaba; incluso "Ella es bonita", canción tras la cual le perdí la pista a la carrera de la mexicana. 

Enterarme de la existencia de Mujer Divina y del concepto tan genial del disco fue una sorpresa total para mí. Un reencuentro con una vieja amiga que tenía muchas cosas nuevas que contarme y yo ansioso con ganas de escucharla tras años sin verla ni saber de ella. Boleros modernos con un twist, al mejor estilo ecléctico, dulce y único de Lafourcade - eso es lo que ofrece y entrega este disco con creces.

Tanto en la rueda de prensa como en el concierto en Caracas, Natalia se muestra increíblemente cercana y amable. Si a alguien no se le ha subido la fama a la cabeza, es a esta chica. Con los pies en la tierra y el corazón en su arte - cualquiera puede hacerte fan de su música y su trabajo, pero pocos artistas e intérpretes pueden enamorarte con su personalidad como lo hace ella.









"Bellezas americanas venezolanizadas": crónica breve de la pérdida de mi virginidad teatral


Mi adolescencia se puede resumir y definir fácilmente con una palabra: URBE. Más que un semanario [ya extinto], era un escape al día a día del liceo y los padres; era ese compañero y confidente que estaba siempre ahí para ti, en esa época tan incómoda como la verdad y tan inútil como un apéndice que es la pubertad. De todos los redactores y columnistas que pasaron por sus páginas, retumba hasta el día de hoy [para mí] el nombre de Melissa Wolf y su "Espacio en negro".

Esta introducción era necesaria para comprender un poco mejor mi emoción de ver por primera vez a Wolf en las tablas del Trasnocho Cultural con la obra "5 mujeres con el mismo vestido". Un sueño de la adolescencia hecho realidad, el equivalente actual a ver a Justin Bieber en concierto para cualquier niña de 14 años. Además, sería la primera vez desde mi niñez que asistiría a una obra de teatro - doble pérdida de virginidad.

Con la autoría del guión original a cargo de Alan Ball (American Beauty - 1999), la pieza es una comedia salpicada con pequeños momentos de drama que busca plasmar cinco realidades en la forma de cinco mujeres totalmente distintas; cinco damas de honor que huyen de la concurrencia durante una boda y terminan todas en la misma habitación de una casa. Una crítica a la sociedad, a la doble moral, a los prejuicios, a la religión y a la mentalidad retrógrada; todo esto hecho de una manera ligera que no ataca y trasgrede al espectador pero que lo hace pensar y reír a la vez.

Cada una de las chicas tiene su momento para brillar - es difícil elegir una protagonista - y la química entre ellas es mágica. En hora y media, nos adentramos sutilmente en la psiquis de cada una de ellas y notamos una evolución de sus personajes. Las costuras anglosajonas del guión son obvias y salen a relucir en varios puntos de la historia, sin embargo se logró darle un toque local con referencias a nuestra cultura tan criollas como una arepa o el Miss Venezuela, mezclando un vocablo rico con una que otra grosería propia del caraqueño y el venezolano en general.

Ojalá todas las primeras veces sean tan buenas como la que me brindaron Melissa y compañía. Fue una de esas noches que merecen segundas partes. ¡Mucha mierda para Elaiza, Mariangel, Samantha y Angélica también!