martes, 14 de septiembre de 2010

"Cullen"

* Éste escrito no está basado ni inspirado en Robert Pattinson.

Nos sumimos en un beso cargado de pasión y deseo, sentía su frío aliento recorrer mi cuello y sus dedos de porcelana acariciar mi espalda mientras los acelerados latidos de mi corazón me delataban y resonaban en sus sienes hasta esbozarle esa pícara sonrisa tan suya en el rostro. El forcejeo lo llevamos más allá de nuestro límite habitual, la adrenalina es la mitad de la diversión, no me importaba arriesgar mi vida si eso significa no soltarlo jamás. Pude sentir cómo se dejaba llevar por la sed y sus ojos, siempre tornasolados, se ahogaron en deseo y en una furia desenfrenada que nos consumía a ambos. Sin darme cuenta rasgó nuestras ropas y fui presa de su perfección. Cada curvatura de su lisa y blanca piel, dura como piedra, derretían cualquier pizca de sentido común que aún pudiera quedar en mi. No me importaba morir, ya no importaba nada, sólo él.

Mis dedos memorizaron sus recovecos y mis labios difícilmente podían con la dureza de sus besos. Ruda, cruda, voraz, feroz, desenfrenada, desgarradora, sucia, descarada, dolorosa, alucinante: así era su manera de hacer el amor. Sin reparos despedazó mi ya de por sí frágil voluntad y llegó a lo más profundo de mi ser, sus movimientos pélvicos me obligaron a encontrar el placer que hay dentro del dolor.

Ya no podía más, bañado en sudor y con la respiración entrecortada pude mirarlo de reojo y observar la locura que reflejaban sus ojos. A pesar del esfuerzo no derramó ni una gota de sudor en su inquebrantable rostro que poco a poco fue transformándose en una mueca de consternación. Ya se le agotaba el autocontrol, el momento que tanto esperé ya había llegado: bebería mi sangre y pasaría junto a él la eternidad, podía olerlo. Fue abriendo su boca hasta dejar ver sus relucientes, blancos y afilados colmillos. El dolor ya no era más que una delicia para mi, sentí cómo succionaba mi sangre, lo disfrutaba en exceso, el olor llegó a marearme un poco pero el momento del clímax se acercaba para ambos, todo acabaría.

Mis brazos envolvían su espalda cada vez con menos fuerza. Ya no aguantaba más, me sumí en un orgasmo de delirio y muerte pero él seguía bebiendo, hasta la última gota. Ya debería haber parado, ¿por qué no se detiene?...En un abrir y cerrar de ojos me encontré desmayado en el suelo. La poca sangre que me quedaba se escapaba de mi destrozado cuello y formaba un pequeño charco de un color rojo oscuro, sus ropas ausentes indicaban que él se había marchado. Sumamente tonto fui al fiarme de uno de su especie, no era humano pero era un hombre después de todo. Las promesas se fueron escapando mientras mis latidos iban frenando, mi respiración ya era invisible. Cerré los ojos con desgano y más nunca los volví a abrir...

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