martes, 14 de septiembre de 2010

"Alicia"


Alicia es una joven de 15 años relativamente común y corriente: larga cabellera rubia, ojos brutalmente azules, carnosos labios color carmesí y una figura nada acorde con su inocencia. Alicia vive en un mundo utópico lleno de fantasías y maravillas típicas de la imaginación de una niña. Vive en un cuento de hadas producto de una infancia en la cual era mejor preocuparse por enanos, manzanas envenenadas, zapatillas de cristal y hadas madrinas que en los gritos nocturnos provenientes de la alcoba de sus padres.

Ya a los 5 eran sólo mamá, ella, las princesas y sus castillos. Con el pasar de los años, Alicia fue convirtiendo sus cuentos en su refugio personal; cada historia le brindaba el apoyo y la seguridad que no conseguía en ningún otro lado, la resguardaban de todo lo cruel que había en el mundo y la protegían, la tomaban de la mano y la llevaban a sitios en donde estuviera a salvo, donde nada ni nadie pudieran hacerle daño.

Como era de esperar, la adicción de Alicia la fue consumiendo poco a poco y, eventualmente, destruyó su capacidad de distinguir fantasía y realidad y, luego de pensarlo seriamente, llegó a la conclusión de que su vida era un cuento de hadas, de que pasaría por numerosas penurias hasta conseguir a su príncipe azul, con corcel  incluido, y que éste la llevaría glamorosamente hasta su reino y obtendría su "…y vivieron felices para siempre".

En el colegio era tildada por muchos como una niña tonta e ingenua, era vista como un ser insignificante y patético que carecía de relevancia, la única que la entendía era Bianca. Se conocían desde sus andanzas en el kínder y fue testigo de la infancia tan paupérrima que vivió Alicia, estaba al tanto de su problema y lo comprendía, le seguía el juego y era otro personaje más que residía en su país de las maravillas.


James, ese era el nombre de su príncipe; sumamente refinado y anglo como él solo, James. Era el epítome de belleza con sus greñas color azabache, su tez pálida y sus ojos acaramelados. Luego de gastar horas de ocio pensando en él y de un par de miradas cruzadas, James la invitó a salir. Alicia estaba nerviosa, se vistió con lo mejor de su guardarropa y esperó con agitación; dieron las 3 y James se encontraba ya en su puerta. Unos 20 minutos después se encontraban ya a obscuras con la pantalla del cine enfrente, las palomitas de maíz en los respectivos regazos y los dedos de James entrelazándose con los de Alicia.

Todo fue sucediéndose de acuerdo a lo imaginado por Alicia: disfrutaron la película, luego fueron a comer y la conversación entre ambos nunca dejó de ser amena y fresca a lo largo de la cita, obviamente tenían química. Ya se acercaba la medianoche y, como cuento de hadas al fin, era hora de que terminara la velada. Alicia se bajó del carro y James la acompañó hasta el pórtico, intercambiaron despidos y en una fracción de segundo sucedió, sin darse cuenta estaba teniendo su primer beso. Un calor invadió el pecho de Alicia y fue bajando hasta lo más profundo de sus entrañas, sintió que intercambiaban algo más que saliva y bacterias, era una sensación inexplicable que la llenaba de placer y ternura al mismo tiempo. Pasaron los segundos y cesó el movimiento de las lenguas, los labios dejaron de rozarse y se miraron a los ojos, James sonrió y ella, sonrojada, dejó escapar las más puras y hermosas palabras cargadas de una inocencia sin igual: "Te amo". James dio un paso atrás, su mano se desprendió de la mejilla de Alicia y lo invadieron las ganas de salir corriendo, sus pupilas se llenaron de ironía y de la manera más despectiva posible dijo: "ilusa".

Ni Alicia ni sus cuentos pudieron con tanto dolor, al ver a James alejándose en la oscuridad de la noche, las lágrimas empezaron a brotarle de los ojos de manera exagerada. Corrió hasta su alcoba e intentó ahogar su sufrimiento y sus lágrimas en su almohada mientras en sus adentros aún podía sentir cómo su corazón se resquebrajaba lenta y dolorosamente. Ya nada valía la pena, sus sueños se desplomaron como un castillo de naipes, comprendió lo frágil y efímera que era realmente. Despertó del letargo que la mantenía prisionera en su mazmorra, se esfumó toda pizca de inocencia que poseía y comprendió que la vida no es un cuento de hadas: si un hombre se lanza de un piso 15, su vida no pasa delante de sus ojos como en las películas, sólo quedan él y el tiempo que dure en chocar contra el suelo y desparramar sus sesos en el concreto.

Alicia cambió toda su inocencia por malicia y ganas de hacer daño, eso es lo que ocurre cuando experimentas una cruda dosis de realidad sin anestesia. "Dolor" se convirtió en sinónimo de "sentir", y "sentir" se convirtió en sinónimo de "vivir"; es una analogía bizarra, macabra y autodestructiva pero es la que quedó tatuada en su corazón, de ahí en adelante sólo los golpes bajos del destino y sus malas jugarretas la hicieron sentir viva, si sangraba quería decir que aún le quedaba algo de humanidad dentro de su alma. Eso es lo que pasa cuando te cierras a todo agente externo y un tren de vivencias te lleva por el medio, eso es lo que pasa cuando dejas a una niña suelta en el mundo y experimenta de primera mano el desamor, eso es lo que pasa cuando te das cuenta que la vida no es un cuento de hadas. La vida no es encontrar al príncipe azul, es besar sapo tras sapo tras sapo hasta encontrar algo que se le parezca.

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