martes, 20 de mayo de 2014

Casual



Llegué puntual, ya estabas allí. Cruzamos miradas. Sabía que eras tú, tu fotografía no mentía. Sin darme cuenta, ya me tenías contra la pared. Un “hola” era todo lo que hacía falta para que los botones volaran. Un pequeño rincón apartado del mundo era suficiente, cuatro pies en un mismo cubículo, ¿para qué más? ¿Para qué la formalidad? Era lo que era: un momento de placer, un arrebato fugaz de pasión, un idilio perpetrado en el anonimato, lujuria vacía y pasajera… Sexo, más nada.

Sentía tus palpitaciones en las mías, nuestras manos hacían desastres mientras tus gemidos se ahogaban en el silencio; nadie se puede enterar. Invertimos roles y tomo el control del juego, deslizo mis dedos hasta tu cremallera y tu sexo no tarda en encontrar el camino hasta el exterior. Mi lengua sabe lo que hace y tu expresión lo comprueba. Lo saboreo, lo disfruto: el calor, cada vena, su textura suave, sus curvas, su dureza, todo mío.

Continuo hasta saber que ya no puedes más y me detengo en seco, no quiero que acabe así. Me doy la vuelta, mis pantalones tocan el suelo, ¿qué mejor manera de decirte que me hagas tuyo? No pierdes el tiempo y siento cómo cada centímetro va entrando poco a poco, abriéndose camino y acomodándose al compás de tus ganas. Te siento en lo más profundo, tus embestidas, cada vez más duro, cada vez más rápido, cada vez más fuerte…Así, sabes cómo me gusta… ¡¡No te detengas!!

Los chorros de sudor invaden mi frente y avanzan hasta cegarme; el éxtasis me tiene sumido en un trance, hipnotizado. Ya no hay dolor, sólo un placer tan intenso que es casi insoportable. Justo cuando ya no puedo más te siento aferrarte a mí con más fuerza, con desespero; me destrozas por completo pero así es que me gusta. Así seguimos hasta explotar al unísono y sentir un espasmo que nos recorre de pies a cabeza. Es difícil respirar pero te veo y me ves, cómplices en nuestra fechoría. Una media sonrisa picara y el olor a cloro me dicen que la pasaste bien, muy bien.

Queremos decir algo más pero es inútil pensar en palabras apropiadas para la situación, no viene al caso, de nada valen. Nos vestimos, un “adiós” indefinido y seguramente permanente es el cierre perfecto para la ocasión. Sigue tu rumbo, yo el mío; si nos vemos en la calle seguramente no nos saludaremos y voltearemos la mirada en dirección contraria. Nos utilizamos mutuamente para un fin específico, fuimos desechables el uno para el otro, el primer paso es aceptarlo. Casual, perecedero, insignificante…

Hagamos de cuenta que aquí nada pasó.



2 comentarios:

  1. me gusto, por fin algo entretenido que leer, te dejo mi blog memoriasdearmando.blogspot.com deberias colocar el boton de seguidores, para así seguirte

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