martes, 15 de octubre de 2013

El crimen perfecto

Clara era una chica complicada. Entregada. Levemente neurótica. Guapa. Su peor enemiga: la piedra en su propio zapato.

El auto-sabotaje era el arma homicida de todas sus relaciones, ya fueran catalogadas como noviazgos o polvos esporádicos. El arte de pensar hasta matar era ejecutado a la perfección y de manera infalible por su sed de auto-destrucción.

Clara era una chica complicada. Con un vacío en el medio del pecho. Con unas carencias afectivas que succionaban cual agujero negro a todo el que se acercara levemente a tocar su corazón. Clara era una chica que vivía en la soledad, mas nunca estaba sola: siempre quería más. Para Clara, nada era suficiente. Nunca.

Drogas. Hombres. Sexo. Alcohol. Cócteles de amor y descontrol. Clara era una chica complicada, pero más fácil de descifrar de lo que el ojo no amaestrado podría pensar. A Clara le gustaban los juegos, y jugar con alguien que le supiera ganar.

Gato y ratón. Verdugo y ejecutado. Víctima y victimario. El secuestrador y la chica indefensa con predisposición al Síndrome de Estocolmo. Hacerse daño y disfrutarlo jodidamente.

Clara era un chica complicada con placeres básicos. Clara era un chica complicada, tan complicada que ella misma no pudo entenderse. Tan complicada que la salida más sencilla era saltar desde la ventana de su apartamento alquilado por papá y mamá.

Culpen a la heroína y a la jeringa. Yo culpo al amor: homicida silencioso y siempre al acecho.