Nos quedamos en la polis paralela, en el sentir y no el vivir; vivimos
lo que una pantalla nos dice que vivamos y consumamos, o mejor dicho, lo
que dicen los titiriteros invisibles que nos gobiernan a través de ella y no nos damos
cuenta, esos de traje y corbata que no se ensucian las manos. Narcotizados por un bombardeo masivo de imágenes y
estimulaciones vacías pero que nos dejan pidiendo más, adictos a lo
banal y a lo superficial, adictos a no sentir y sentir poco (lo mínimo,
lo justo y necesario) para no sufrir más de la cuenta.
Siento lo que me dice la
televisión, siento para difundirlo en las redes sociales, siento para
escribirlo en un blog y ser cool, profundo, auténtico e irreverente [...right]. Siento para dejar lo más íntimo del "yo" expuesto a las
masas, masas anónimas sin rostro y carentes de todo lo que yo tampoco
tengo. Nos refugiamos en santuarios virtuales y nos desligamos del mundo
que nos rodea, nos aislamos sin darnos cuenta (o estando completamente
conscientes de ello) y truncamos nuestros propios caminos. El dolor y el
sufrimiento también son necesarios, necesarios para desechar las
utopías que no nos dejan sentir y ver más allá del celular, utopías que
nublan la realidad; las grandes expectativas (cuando son irreales) son
las que poseen las más grandes y estrepitosas caídas, muros de humo y
papel que se venden de concreto y acero, como el de Berlín.
Los
sentimientos no pueden verse reducidos a un contenido mediatico que sólo
es importante cuando es lucrativo en algún sentido de la palabra; los
sentimientos hay que vivirlos y compartirlos entre dos, dejar entrar a
los amigos y a la pareja a nuestro mundo más intrínseco, desechar las mentiras (el mentir es la 'no
comunicacion') y enfocarnos en lo real, en lo desinteresado, en las
miradas sin mensajes ocultos: en lo espontáneo.
"El ser solitario es el
que más sufre porque es el que menos puede ser".
* Resumen pseudo-literario de una materia universitaria.
* Resumen pseudo-literario de una materia universitaria.